Fecha: 26 de julio del 2022
Pusimos rumbo a Tarragona para ver Siurana.
Como ya era mediodía, paramos un poco antes a comer en Ulldemolins, en el restaurante La Graella. Lo lleva un asturiano. Como era de esperar, la comida casera y buenísima. Menú de 18€ pero entra todo. Comimos carne de ciervo y jabalí estofada, plato de pescado con gambones, navajas, calamares.... y no sigo recordando porque se me hace la boca agua.
La carretera para llegar a Siurana tiene muchas curvas. Id con cuidado.
El pueblo tiene un parking a la entrada. Nosotros lo dejamos en el parking 1. Son 3€
Lo primero que hicimos fue ver el Balcón de Siurana o Trona de Siurana.
Desde el aparcamiento hay un camino marcado indicado como "Camino de los Gorg" y llegas en 5 minutos de paseo y con precaución.
La Trona es una curiosa formación rocosa en la que un corte en la pared sobresale formando una especie de voladizo. Es un lugar con unas fantásticas vistas de la comarca del Priorat. El camino discurre junto a un precipicio sobre el río Siurana y aunque no es un camino de especiales requerimientos físicos, puede no gustar a las personas con miedo a las alturas.
Si continúas el camino hacia abajo y cuando llegas a un cruce giras a la izquierda, darás a una poza que cubre. Y si sigues el curso del río llegarás a una poza menos profunda y transparente. Os pongo las vistas desde el Balcón.
Volvimos sobre nuestros pasos, llegamos al parking y a unos escasos 100 metros está Siurana.
Un pueblecito de cuento que trae consigo el recuerdo de asedios interminables y conquistas imposibles.
En un lugar inexpugnable encima del río, hicieron falta los caballeros de cuatro condes para someterla. Su castillo defendía una frontera infranqueable que se extendía del Coll de Balaguer a Tamarit de Gaià. Conquistada en el 1153, después de caer Lleida y Tortosa, fue el último reducto de la reconquista en Catalunya. Si miráis el precipicio que la rodea, descubriréis por qué no fue conquistada durante tres siglos y por qué el final fue tan trágico.
Abdelazia, la reina mora, antes de verse sometida a los cristianos, prefirió tirarse por el imponente acantilado con su caballo. Con el fin de la reina desapareció el último baluarte sarraceno de Catalunya






















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